miércoles, 19 de marzo de 2014

Amor a lo Salvaje.

La verdadera historia de Tippi Degré


 Hasta que cumplió los 10 años Tippi vagó por donde quiso, vestida la mayor parte del tiempo sólo con un taparrabos, siendo amiga de algunos de los animales más feroces del mundo. Su patio de recreo eran las colinas y las tierras tribales del duro desierto del sur de África.


Tippi Benjamine Okanti Degré era una niña con un talento especial que amaba a los animales tanto que para ella eran sus mejores amigos y compañeros. Sus padres Sylvie Robert y Alain Degré, ambos fotógrafos franceses y apasionados de la naturaleza, viajaron incansablemente por África durante 10 años en una aventura única donde Tippi participó desde su nacimiento en el desierto de Namibia en 1990. Como explica su madre, Sylvie: “Fue mágico vivir en libertad la naturaleza junto a Tippi. Ella nació y se crió hasta los diez años en plena naturaleza con la compañía de todo tipo de animales, la mayor parte de su tiempo. Mi hija posee un vínculo de especial armonía y sabe conectar con la mentalidad de estos animales. Consideraba que éstos eran sus amigos y nunca les tuvo miedo, simplemente los miraba a los ojos y hablaba con ellos. Siempre pensé que ofrecer todo esto a mi hija era lo mejor que podía hacer, darle una experiencia inolvidable en comparación a la infancia que viven la mayoría de los niños en las ciudades. Mi decisión de criarla en el desierto africano fue una de las mejores decisiones que he tomado y no me arrepiento de ello.”


A medida que Tippi crecía supo adaptarse a los medios que la rodeaban y estableció un vínculo mágico con los animales. Durante su vida en Namibia hizo amistad con muchos de ellos entre los que se encontraba Abu, un elefante de 28 años de edad, que era un veterano artista de circo y había aparecido en películas y anuncios publicitarios. También mantuvo una especial relación con JB, un leopardo huérfano que había sido criado en libertad por los propietarios de una enorme hacienda de África. El leopardo había sido alimentado con biberón pero nunca fue realmente domesticado. Era dócil y suave como un gato doméstico cuando ella estaba cerca pero nunca perdió su instinto asesino. En una ocasión mordió a un niño indígena y Tippi acercándose hasta el animal le propinó un fuerte golpe en la nariz y le ordenó alejarse, consiguiendo que soltara al niño.


También se hizo amiga de cocodrilos, leones, jirafas, avestruces y todo tipo de animales y bestias salvajes. Pero lo más increíble fueron los lazos que estableció con “Bosquimanos” e “Himbas“, tribus del Kalahari que le enseñaron su lengua y los grandes secretos de supervivencia en el desierto. A medida que pasaba el tiempo su amistad con los Bosquimanos se volvió tremenda mente afectiva y la consideraban como una más de ellos.


Sin embargo pese a la aparente facilidad y comodidad con la que Tippi interactuaba, Sylvie y Alain siempre tuvieron en cuenta la seguridad de su hija y como afirma Sylvie: “En las regiones áridas o desérticas del sur de África existen enormes fincas de 10.000 a 20.000 hectáreas. Los propietarios suelen mantener a animales huérfanos y criarlos en su hacienda y así es como Tippi fue capaz de estar tan cerca de ellos.


“ Tippi fue herida varias veces. Un grupo de suricatos casi le arranca la nariz y, en 1994, cuando estaba en un pozo de agua con un mono llamado Cindy, éste le atacó arrancándole bastante pelo hasta que conseguimos que la soltara. Fue muy doloroso para ella”


La aventura fue, según dice su madre, Sylvie, una “experiencia maravillosa” a pesar del calendario de rodaje agotador que realizaban para la empresa que les contrató. “Era realmente como vivir en nuestra propia casa, que en el fondo es como una parte de África.” Pero Tippi no está totalmente de acuerdo. “No mamá, no es verdad que me encantó. Fue genial vivir junto los elefantes y los leones, pero habría sido mejor si no hubiera estado tanto tiempo delante de una cámara. Fue duro, difícil, hacía calor y yo no era del todo feliz. Al final estaba totalmente agotada.”
Una vez terminada la aventura se trasladaron a París, a finales del año 1999, y desde entonces han publicado algunos libros traducidos a varios idiomas, además de regresar varias veces a África para rodar seis documentales sobre la naturaleza, encargados por Discovery Channel.


El regreso a Francia coincidió con la separación de sus padres, tras 25 años de matrimonio. “Tippi tenía sólo 10 años y para ella la ruptura fue algo traumática ya que tuvo que afrontar el final de su vida en África y la separación de sus padres. Volvimos a Francia porque Tippi, que ya era famosa, había sido invitada para participar en una cadena de televisión. Una vez llegamos, su padre y yo decidimos separarnos” confirma su madre.


Durante sus dos primeros años, en París, Tippi asistió a una escuela local pero tenía muy poco en común con los demás niños y finalmente fue educada en casa. Tippi sintió como si le hubieran arrebatado África injustamente y eso le causó mucho dolor y una profunda tristeza. Cuando llegó a París se sintió asfixiada por la falta de espacio en la ciudad y se quejaba de que las calles entre los edificios eran muy estrechas y no le dejaban ver el cielo.


Aunque ya había asistido a colegios franceses en las vacaciones y cuando viajaba con sus padres a Francia para vender las fotografías y vídeos que rodaban, además de tener una profesora particular en Madagascar, nunca fue capaz de terminar un año académico. “Ya te puedes imaginar lo que pensaba Tippi del colegio, ir cada día fue muy duro para ella”, explica Sylvie. “Los informes escolares decían que no participaba ni hablaba demasiado y que se sentaba lejos de los demás niños”.


En la actualidad está terminando sus estudios de cine, en La Sorbona, y todavía sigue luchando por conciliar los dos mundos tan distintos en los que ha vivido.


FIN










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